Hola, mi nombre es Mariela, Orientadora de la Sala Naranja, y mi relación con la discapacidad empieza en casa con mi Papá.
Cuando mi Papá tenía 4 años, sufrió de Parálisis Infantil (Poliomelitis). Los médicos pudieron detener la parálisis a la altura del tobillo, pero la suerte no estuvo de su lado, ya que le colocaron una inyección en mal estado y casi tienen que amputarle la pierna.
Mi Papá no disfrutó nunca de correr en un recreo, siempre estaba sentado, mirando cómo corrían los demás, mi abuelita lo llevaba y traía del colegio cargándolo en su espalda, en ese tiempo, al igual que ahora, no era fácil conseguir silla de ruedas.
Cuando empecé a crecer, no entendía muchas cosas, como por ejemplo, por qué no tenía un trabajo estable, por qué en las empresas donde se desempeñaba, sólo le pagaban por el trabajo realizado del día y no se responsabilizaban por tener una persona con dificultades.
Tampoco entendía por qué le ponían un rótulo, si él tenía un nombre, como me enojaba y dolía cuando escuchaba esa palabra, ese rótulo y supe, con el tiempo, que como no podía hacer nada y no podía ayudarlo, tenía que hacer algo por los demás, y por mí, y comencé a estudiar el Profesorado en Educación Especial y mi Papá estuvo ahí, pidiéndome que no aflojara.
Cuando entregué mi tesis mi Papá estuvo ahí, diciéndome: “Yo sabía flaca que lo ibas a lograr”, cuando recibí mi Título, mi Papá estuvo ahí, diciéndome: “Acordate de lo que dice este viejo, nunca te va a faltar el laburo”, y empecé con el sueño de trabajar en lo que a uno le gusta y entré a El Faro, feliz, pero con mucho miedo y sin nada de experiencia.
A los pocos meses, mi Papá nos dejó y se fue al Cielo con San Pedro, así sé decir en tono de broma, cuando preguntan por él y tuve que sacar fuerzas de donde no las tenía. Él me había pedido que no aflojara nunca, y bueno, los chicos fueron mi cable a tierra.
Cuando estaba con ellos jugando y aprendiendo, me olvidaba del dolor, y me propuse que si sus avances eran lentos, por lo menos hacer su estadía más alegre y sacarles una sonrisa cada vez que pudiera .... y, créanme, lo logré.
Seño Mariela